aeropuertos, ascépticos y turbulentos como hospital sin reposo sugerido, pueden ser tan escalofriantes y emotivos al mismo tiempo....el todoloquestáporvenir se pelea mano a mano todoloquenoestáenlavalija o - por lo menos - ese fue el caso de un servidor.
para quien no hemos deambulado más que de cabotaje, afrontar un (o varios) vuelos de un (o varios) considerable rato puede ser una experiencia aterradora. y permitanme decir que definitivamente no hablo del popular miedo a no tener los pies en la tierra, sino que - paradoja mediante - a kilómetros de altura puede ser cuando más hundidos en el barro mental están (súmese a la mezcla el hecho de que la mitad de la aeronave habla inglés y la otra alemán. luego de la escala, el 50% angloparlante mutó en mandarín, lo cual dificultó la charla de 'improbable' a 'nula')
preguntas cómo '¿qué carajo estoy haciendo/acá?' son del calibre más ligero que maniobran neuronas terroristas dispuestas a voltear toda estructura mental que se interponga entre la incertidumbre - pura y dura - y nosotros.
se envidia a pasajeros frecuentes, acodados en certezas y enroscados en frazadas, quienes no dudan de cuándo, cómo y porqué: tienen objeto y objetivo, claro, fijo, preciso. cuando pisen tierra, van a agarrar sus valijas y caminarán firmes, porque saben dónde van.
(miedo.)
se detesta a quienes no están llegando tarde a tomar nuevos vuelos contra-reloj del planeta que, si perdidos, podrían dejarlos varados en tierra teutona durante una sólida jornada.
(pánico.)
se toma, de súbito, conciencia de que la magia no está en buscar respuesta, sino en hacer las preguntas. el viaje había empezado.
(comprensión)
el viaje era la recompensa.